la semana en que reeencontré mi proposito

Foto de Jonas Geschke en Unsplash

Facilitar es lograr que un grupo se transforme en equipo, en red, que se apropie del espacio como algo común, para que fluyan libremente las ideas, con el fin de reflexionar, compartir, aprender, interpretar la realidad y tomar decisiones de manera colaborativa.

Siete países diferentes, con diferentes idiomas, experiencias, edades, costumbres, a través de veintiún maravillosas e inspiradoras mujeres, tejieron una red que afianzaron con palabras poderosas, como “hermandad”, “lucha”, “territorio”, “Pachamama”, “resistencia”, “amor”, “vida”, “libertad”.

Esto sucedió en el Primer Encuentro Regional del Programa “Lideresas de la Amazonía” organizado por Conservación Internacional en Quito, Ecuador, la última semana de abril de 2022, espacio para el que el equipo de Mentesocial fue elegido para la facilitación y sistematización.

“No nos matan por robarnos el celular. Nos matan por defender nuestros territorios

Estas fueron las palabras de Judith Nunta de Perú, una de las veintiún mujeres de siete países de la Cuenca Amazónica que compartieron experiencias de proyectos para la sostenibilidad de la vida.

El propósito desde Mentesocial fue generar un entorno para conocer, conectar, inspirar y colaborar con el objetivo del Encuentro, en un ambiente que tendría que ser participativo, colaborativo, abierto y horizontal. Nuestra propuesta partió de identificar un concepto propio de la cosmovisión indígena de la Amazonía, de un espacio para compartir como comunidad, un lugar para la construcción colectiva. Este concepto es, la maloca, la casa común en la cual serían acogidas durante los cinco días de esta significativa experiencia de intercambio de saberes.

Conducir el taller basándonos en el concepto de la maloca permitió varias cosas: logramos transformar un espacio árido y poco convencional para las participantes (un hotel tradicional en Quito), en un espacio familiar, cálido y seguro. A esto contribuyó la forma del tipo de salón escogido, la disposición del espacio, el uso de fotografías de gran formato, muy artísticas y comunicacionalmente poderosas, y expresiones culturales de cada país, a lo largo de todo el evento.

Círculo de mujeres, una de las actividades frecuentes durante el Encuentro

Escogimos además la estructura de la maloca porque se sostiene a través del diálogo, en círculos de intercambio desde la subjetividad y el encuentro. Una gran maloca, en donde los saberes y los proyectos que lideran cada una de las mujeres amazónicas pudieran ser compartidos y enriquecidos, para generar conocimientos colectivos.

La maloca, verticalmente está dividida en tres partes:

  1. El cielo, el lugar de los antepasados, el espacio cosmológico, espiritual.
  2. El mundo del medio, asociado a lo masculino, a la materia.
  3. El submundo, asociado a lo femenino y lo subjetivo, al inconsciente.

El cielo de la maloca fue representado por el intercambio diario, donde se reconocieron una a una; donde encontraron las historias que las mancomunan; donde la cultura y los antepasados se evidencian en sus prácticas actuales; donde encontraron sus similitudes, lo que las unía: el territorio, esa gran maloca como decían algunas. El primer día, apenas nos reconocíamos, sin embargo, el solo hecho de estar unidas por una sola causa, la Amazonía, ya generaba un punto en común. Me sentí agradecida por iniciar esa semana rodeada de la sabiduría de todas ellas y de la sabiduría de sus pueblos, que traían para compartir aquí en la mitad del mundo, donde inicia el Qhapaq Ñan, o Camino del Inca.

El mundo del medio, de lo material y masculino, se expresó en el uso de instrumentos y actividades físicas, que permitieron aterrizar ideas en objetos materiales. En esta dimensión se plasmaron realidades en grandes papelotes. Se trazaron metas, actores, desafíos, aliados y aliadas para los proyectos. Al recordar esta dimensión de la maloca recuerdo las palabras de Lilia Isolina Java Tapayuri, lideresa indígena de la amazonía colombiana: “Yo no voy a esperar sentada a que ocurra un milagro. Yo voy y hago cosas para cambiar nuestra realidad y proteger nuestros territorios”. 

También tengo presente las palabras de Nemonte Nenquimo, activista indígena Waorani de la amazonía ecuatoriana: “Lo que defendemos es la vida y el planeta. Si nos unimos todos, podemos cambiar el futuro de nuestras generaciones”. Otra mujer contó que no miró atrás a ver a su marido (práctica acostumbrada para esperar la postura corporal de aceptación o no del hombre), cuando le pidieron que dirigiera una asociación de artesanas en su comunidad, ella es Nelyda Entsakua, lideresa indígena de la Amazonía peruana.

El submundo, lo inconsciente, estuvo expresado en círculos de confianza, como el espacio de reflexión, intercambio de experiencias, el encuentro intersubjetivo que permite crear redes a largo plazo y conectar desde lo más profundo de cada una, para ampliar las voces de las mujeres amazónicas y lograr avivar su fuego interno. Porque es importante sacar el inconsciente, la sombra, lo que no queremos ver. Lo femenino es cuidarnos, reconocer y proteger también nuestro primer territorio, el cuerpo.

Una de las jornadas estuvo dedicada a esta reflexión interna, de mirar hacia adentro. Quienes defienden derechos humanos y de la naturaleza se enfocan en lo colectivo, en las luchas, en la resistencia y olvidan mirar hacia adentro, sanar heridas de la infancia, de la adolescencia e incluso de la adultez. En esa jornada trabajamos el autoconocimiento y la autoestima. Entre otros, hicimos un ejercicio de mirarnos al espejo, no como algo automático que se hace todos los días al lavarse la cara y peinarse, sino mirarnos realmente y hablarnos.  Ser la voz de los que no tienen voz también implica ser nuestra propia voz.

Mirándome al espejo dije: –Sara, me siento orgullosa de ti, porque…– y se quebró mi voz. No articulaba palabras, no recordaba nada. Sentí un bloqueo interno. Finalmente, después de intentarlo tres veces, dije: Sara, me siento orgullosa de ti por seguir aquí y estar aquí. Después añadí: Sara, te perdono por no haberte ido a tiempo de los lugares donde ya no debías estar. Y finalicé: Sara, me comprometo contigo a seguir mi intuición y no mirar atrás.

Durante toda esa maravillosa semana me sentí viva. Y aunque las jornadas fueron extenuantes, la energía que se movía en nuestra maloca me daba fuerza para continuar. El encuentro me demostró, una vez más, que cuando las mujeres se unen, no solo generan proyectos, sino que movilizan la vida. Una fuerza imparable de la naturaleza.

Más que ellas venir a aprender, fue un espacio de aprendizaje colaborativo, un intercambio constante de conocimientos y sabiduría. Esto es lo hermoso de estar en Mentesocial, poder, a través de la facilitación de talleres, creación de comunidades de aprendizaje, estrategias de gestión del conocimiento y otras actividades de co creación generar dinámicas para que el conocimiento y la sabiduría fluyan y se plasmen en matrices, ejercicios, rituales, en abrazos que curan, en proyectos y estrategias de colaboración.El último día, cerramos el proceso con un ritual preparado por Katty Guatatoca Lema, lideresa de la Amazonía ecuatoriana, quien en un espacio al aire libre demarcó con pétalos de flores una Chakana o Cruz del Sur, representando los cuatro mundos, los puntos cardinales, las estaciones y los tiempos de siembra y cosecha. La Chakana sintetiza la cosmovisión andina y representa el todo. En el centro, el abuelo fuego nos guió por un proceso sanador; fue una ceremonia en que se movieron y removieron energías, emociones, y estuvieron presenten los ancestros. Esa ceremonia cerró el Encuentro y fue un punto de partida para que todas regresaran a sus territorios renovadas, con el fuego interno ardiendo, y con la sabiduría de la Pachamama para seguir guiando sus acciones en pro de la defensa de la Amazonía, nuestra gran maloca

Katty Guatatoca, dirigiendo la ceremonia de cierre

La complicidad, risas, llantos, abrazos, rituales, experiencias, que cada lideresa amazónica nos dio durante las jornadas de trabajo de este Encuentro, hizo que reencontrara mi propósito. Mi regalo fue estar ahí, conocerlas, reconocerlas y tener la certeza de que ese era mi lugar. Ahí era donde debía estar.

La autora:

Sara Gómez es Ecofeminista y defensora de DDHH y LGBTI.
Consultora en Proyectos de Innovación e Inclusión Social, Desarrollo Sostenible, Educación y Comunicación con más de 14 años de experiencia. Es co-fundadora de UKU Consultora.

Ver el perfil de Sara en LinkedIn.

NOTA: Este artículo fue inicialmente publicado en: https://lamentesocial.com

#aprendizaje #cambio #colaboración #gestiondelconocimiento